www.cnnexpansion.com 09 de julio de 2007
Por: Blanca Juárez
Gloria Callo Cruz sabe bordar hasta con los ojos cerrados. Su habilidad en el punto de cruz y la trencilla la han convertido en una de las trabajadoras más eficientes del taller de bordado de la desolada ranchería La Soledad, vecina de Dios Padre, en el Estado de México. En sus ratos libres, después de sus quehaceres y de atender a sus cuatro hijos, esta menuda mujer de 26 años –casada desde los 15– borda a su ritmo, sin prisa. Sabe que tiene que hacer un trabajo de calidad, “me siento contenta de que la gente en la ciudad compre lo que hacemos y tengan en su casa nuestro trabajo, y me gusta hacerlo bien”, dice sin descuidar la aguja. Estas cenefas que ella borda están a la venta en Wal-Mart, Sam’s y Superama, adornan toallas, manteles y servilletas.Gloria no conoce esas tiendas, pero tiene presente a los voluntarios de Wal-Mart que trabajaron con ella y otras 240 mujeres del polvoso municipio de San Felipe del Progreso en 2005, para desarrollar estrategias de producción y mercadotecnia. Durante ocho meses, Gisela Noble, Marcela Sánchez, Aurora Rosales, Ivonne González, Hugo Jurado y María Teresa Ledesma, empleados de diversas áreas de Wal-Mart, dedicaron entre dos y ocho horas a la semana de su jornada de trabajo, para implementar un plan que permitiera a las artesanas mazahuas agilizar su trabajo y darle valor agregado, con otras telas, hilos con colores de temporada, etiquetas y un empaque llamativos. |
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